Eiden es un joven espadachín que está a punto de graduarse en la Academia Militar de Börstad, el pequeño pueblo en el que vive con su hermana Alysa. Sin embargo, un terrible incendio horas antes de la graduación y la desaparición de su hermana convertirán ese día tan especial para Eiden en el trágico inicio de un largo viaje para recuperarla.
(17 de Mayo de 1674, 08:00)
Eran las ocho de la mañana y la luz del Sol comenzaba a entrar por la ventana. Comenzaba así un día brillante, como también lo sería el futuro de Eiden cuando esa tarde se graduase en la Academia Militar de Börstad.
Börstad era un pequeño pueblo ubicado a unos 5 kilómetros al oeste de la costa. Un frondoso bosque lleno de vida y color cubría todo el norte, mientras que hacia el sur se alzaban diversas colinas desde las que podían observarse todos sus rincones. Börstad apenas tenía un centenar de habitantes y sus servicios eran escasos. Había una iglesia, un orfanato y varios comercios locales, pero lo que más llamaba la atención era su Academia Militar, que atraía a jóvenes de pueblos cercanos que soñaban con unirse al ejército real. Sin embargo, hacía tiempo que no enviaban nuevos instructores y solo quedaban algunos veteranos que, aun débiles de salud, seguían compartiendo sus conocimientos con todos ellos.
Eiden vivía en una pequeña casa a las afueras. Se ubicaba al noreste, aproximadamente a un kilómetro del resto de la población. Era un lugar aislado y tranquilo con excelentes vistas del pueblo. Además, a lado y lado de la casa se extendía el bosque, por lo que había crecido rodeado de naturaleza y siempre le había encantado ese lugar. Tras la muerte de sus padres cuatro años atrás, su única compañía en esa vieja casa llena de recuerdos era su hermana Alysa, a quien juró proteger el resto de su vida ahora que solo se tenían el uno al otro.
Con eso en mente, entrenó sin descanso hasta que logró superar las pruebas de acceso de la Academia Militar. Después de un año enfrentándose a duras clases y ejercicios, habiendo derramado sangre, sudor y lágrimas por el camino, hoy era el esperado día en el que finalmente sería recompensado por todo el tiempo y esfuerzo que había dedicado a convertirse en alguien fuerte y fiable capaz de proteger a los demás. Sin embargo, a Eiden le esperaba una desagradable sorpresa que nunca se hubiera imaginado...
- ¡¡¡HERMANO!!!
Él se dirigía a la cocina para desayunar pero, al oír que su hermana Alysa lo llamaba, cambió de rumbo en dirección a su habitación. Al llegar, la encontró tumbada en su cama con una clara expresión de malestar.
- No me encuentro bien...
Inmediatamente, se sentó a un lado de la cama preocupado por su estado de salud.
- Espero que no hayas enfermado...
Eiden puso su frente contra la de su hermana, tratando de averiguar si le había subido la temperatura.
- No parece que tengas fiebre... Lo mejor será que hagas reposo todo el día y seguro que mañana te encontrarás mejor.
Con un cierto nerviosismo, Alysa replicó:
- ¡NO! ¡Esta tarde te gradúas en la Academia Militar y quiero ir a verte! ¿No podrías prepararme algún remedio como los que solía hacer mamá?
Eiden entendía el sentimiento de su hermana, pero durante la mañana se iban a celebrar distintas actividades conmemorativas en la plaza del pueblo en las cuales tenía pensado participar junto a sus compañeros de promoción.
- Lo siento, pero tendrás que quedarte aquí. Elistard y los demás me esperan en el pueblo para asistir a los actos previos de la mañana.
Elistard era un chico bastante corriente de cabello castaño y ojos marrones. Sin embargo, su alta capacidad de aprendizaje y sus habilidades de combate lo habían convertido en el mejor de su curso. Era un bonachón y la mayoría de sus compañeros le respetaban, pero también había quienes, precisamente por su buena fe, se aprovechaban de él y le encasquetaban tareas que no le pertenecían.
- Elistard es... En fin, Elistard. Aun siendo también un día especial para él seguro que ya está en la plaza ayudando con los preparativos. Todos estarán entretenidos y el único evento que requiere tu presencia es la entrega de diplomas que se hará a media tarde. No pasará nada si te atrasas un poquito ahora...
Quizás tenía razón, pero hoy era su día y quería estar allí de buena mañana para disfrutar del ambiente y la compañía. Es por eso que, con delicadeza, trató de disuadir a su hermana.
- Me sabe mal por ti, pero...
Alysa era consciente de que Eiden, como su hermano, sentía una gran debilidad por ella y estaba dispuesta a aprovecharlo para conseguir su propósito. Es por eso que, mirándole fijamente, comenzó a hacer pucheros para ablandarle el corazón.
- ¡Por favor, hermanito! ¡Me haría mucha ilusión acompañarte un día tan importante!
Aunque sabía que Alysa solo intentaba darle pena, el amor por su hermana acabó pudiendo con él.
- Bueno... Cuando me haya preparado iré a recoger algunas hierbas medicinales al bosque...
Alysa sonrió victoriosa y se acurrucó en la cama esperando a que su hermano se fuese. Eiden soltó un suspiro de resignación y comenzó a caminar hacia la cocina.
- ¿Quieres algo para desayunar?
Alysa removió las sábanas y, asomando un poco la cabeza, respondió:
- No te preocupes por mí, ya comeré algo mientras estés fuera.
Aunque en un día tan especial le hubiera gustado desayunar con ella, Eiden no insistió y lo aceptó con resignación.
- Bueno, vale...
Eiden se sirvió un vaso de leche acompañado de una rebanada de pan. Su situación económica era complicada y no abundaba la comida en casa. Desde que sus padres no estaban habían tenido que buscarse la vida ellos mismos. Hicieron un pequeño huerto en el jardín que les permitió cultivar algunos alimentos con los que sobrevivir, pero no era suficiente.
Los primeros meses no fueron tan duros gracias a los ahorros de sus padres, pero el dinero pronto escaseó. Alysa comenzó a trabajar en la taberna del pueblo para conseguir algunos ingresos, pero esa no era la vida que Eiden quería para ella. Es por eso que decidió inscribirse en la Academia Militar para más adelante poder unirse al ejército real y dejar atrás los días de miseria.
Acabado el desayuno, Eiden recogió la cocina y se encerró unos minutos en su habitación para ponerse el uniforme de la Academia. Después, fue al baño y se arregló el alborotado peinado con el que se había levantado. Al igual que su hermana, los ojos de Eiden eran verdes y su cabello tenía un bonito color caoba, siendo un chico bastante apuesto. Sin embargo, siempre estaba tan centrado en el entrenamiento que su apariencia quedaba en segundo plano. Pero hoy era un día especial, así que dedicó un buen rato a arreglarse para la ocasión. Hecho esto, ya estaba preparado para salir así que se dirigió a la habitación de su hermana para despedirse de ella.
- Alysa, salgo ya. ¡Tú asegúrate de descansar mientras esté fuera!
Envuelta en las sábanas, ella respondió bien alto con voz alegre:
- ¡SÍÍÍ!
En cuanto escuchó el ruido de la puerta al cerrarse, Alysa echó las sábanas a un lado y se levantó de la cama. Con pasos lentos caminó hasta la ventana de su habitación, desde la cual pudo ver a Eiden alejarse poco a poco de allí. Unos segundos después apartó la mirada y suspiró con tristeza, aunque también aliviada, preocupada por la terrible amenaza que pronto acabaría con la pacífica vida que tenían en Börstad.
Eiden había dejado atrás su pequeña casa de madera para adentrarse en el bosque que la rodeaba. Si iba hacia el este podría disfrutar de unas preciosas vistas a la costa mientras buscaba las hierbas, pero optó por ir en la dirección contraria, al oeste, ya que en esa zona sabía de varios lugares en los que crecían una mayor variedad de hierbas que podrían serle útiles en esta ocasión.
Con él llevaba el libro de hierbas medicinales de su difunta madre, quien fue una conocida curandera capaz de sanar hasta la más desconocida enfermedad. Sus remedios salvaron las vidas de muchos residentes del pueblo, los cuales siempre se mostraron muy agradecidos con ella. Incluso después de su muerte, algunos seguían ayudando a Eiden y Alysa como buenamente podían viendo en ellos el reflejo de aquella gran mujer. Sin embargo, su madre se convirtió rápidamente en una persona muy conocida por sus increíbles milagros, despertando envidia y suspicacia en algunas familias de clase alta que pronto comenzaron a acosarla y a llamarla bruja.
La tensión comenzó a crecer en las calles de Börstad debido a los rumores esparcidos sobre ella, situación que llevó a su marido a querer trasladar la casa a las afueras. Las malas lenguas siguieron hablando mal sobre ella, pero alejándose del pueblo la familia pudo continuar con su pacífica vida. Su recuerdo seguía vivo en los corazones de aquellos quienes la aceptaron, pero también en las completas anotaciones de su libro que ahora ayudarían a Eiden a encontrar algunas hierbas útiles para que su querida hermana Alysa se encontrara mejor.
- Creo que Alysa no tiene nada grave, así que con algún pequeño remedio que le aporte energía debería ser suficiente...
Eiden revisó detenidamente el libro en busca del remedio más adecuado y rápido de preparar.
- Mmm, creo que este servirá. Necesitaré un poco de menta, salvia y romero. Me suena que por esta zona crecían, así que no debería tardar en encontrarlo todo. Igualmente, ya que estoy aquí, creo que cogeré algunas hierbas más para curarme las heridas que suelo hacerme durante los entrenamientos.
Después de una fructífera búsqueda, Eiden decidió tomarse un pequeño descanso bajo la sombra de un árbol.
- Madre... Padre... Espero que allí donde estéis podáis ver el hombre en el que me he convertido...
Eiden se sentía nostálgico. Era un día importante para él, y tener en sus manos el viejo libro de su madre le había traído recuerdos.
- En fin, ya va siendo hora de volver. Los actos de celebración habrán empezado ya y debería estar en la Academia Militar con mis compañeros. Me daré prisa en prepararle el remedio a Alysa y saldremos en cuanto esté lista.
De repente, se escuchó a lo lejos un fuerte ruido y una descontrolada multitud de animales salvajes cruzó frente a él como si estuvieran huyendo de algo.
- ¿Qué estará pasando? Estos animales eran muy tranquilos. Además, me preocupa ese extraño ruido...
Entre tanto alboroto, Eiden escuchó una voz conocida.
- ¡EIDEN! ¿ERES TÚ?
Rápidamente giró la cabeza hacia aquella voz y se dio cuenta de que los gritos provenían de Marie, una buena amiga de la infancia cuya familia era una de las más adineradas del pueblo.
- ¿Marie? ¿Qué estás haciendo aquí?
Con claros signos de cansancio, Marie se detuvo frente a él y exclamó:
- ¡ES TERRIBLE! ¡EL PUEBLO ESTÁ EN LLAMAS!
Eiden quedó impactado por esas preocupantes palabras pero pronto lo relacionó con el extraño ruido que había oído antes. Marie, muy agitada, continuó explicando:
- Yo estaba saliendo del pueblo cuando todo ha empezado, pero el incendio se ha extendido deprisa y la situación es crítica. ¿Alysa está bien? ¡Me teníais preocupada!
Aunque comprendió que debían ir urgentemente al pueblo, Eiden primero intentó tranquilizar a Marie explicándole que tanto Alysa como él estaban a salvo del peligro.
- Sí, sí... Alysa está en casa porque se encuentra mal, así que no debería haber ningún problema. Precisamente yo he venido al bosque para recoger algunas hierbas medicinales.
Extrañada con su respuesta, Marie insistió:
- ¿Estás seguro? Mientras os buscaba me acerqué allí y no me pareció que estuviera...
La expresión de Eiden fue cambiando a medida que Marie hablaba, mostrándose cada vez más nervioso. Mientras, ella continuó:
- Golpeé varias veces la puerta y grité vuestros nombres tan fuerte como pude, pero nadie respondió. Es por eso que imaginé que podíais estar en el bosque.
Eiden no entendía nada de lo que estaba ocurriendo. Su hermana le preocupaba, pero también debía ayudar a contener el grave incendio que estaba devorando Börstad.
- Bueno, por ahora debemos ir al pueblo para ayudar en lo que podamos. Con un poco de suerte, Alysa también estará allí...
Marie también estaba muy preocupada por Alysa, pero la conocía bien y sabía que podría apañárselas por su cuenta.
- Tu hermana es una chica inteligente, seguro que sabrá lo que debe hacer. ¡Vamos!
Con determinación, Eiden guardó la pequeña bolsa de hierbas medicinales que había recogido para Alysa en el bolsillo de la chaqueta de su uniforme y emprendió junto a Marie el camino hacia el pueblo.
( . . . )
La columna de humo se hacía más grande a medida que avanzaban. Al salir del bosque, Eiden se detuvo para observar los alrededores con la esperanza de encontrarse con su hermana. Su casa quedaba a poco más de un centenar de metros de ellos, pero volver no era una opción. En ese momento la prioridad era otra.
- ¡Deprisa, Eiden! El fuego parece estar extendiéndose y si tardamos demasiado no quedará nada cuando lleguemos.
El estado de Alysa era motivo de preocupación para ambos, pero Marie también tenía sus propias razones de peso para querer volver al pueblo cuanto antes.
- Lo sé, Marie... ¿Tus padres siguen allí, verdad?
Tras asentir con la cabeza, le explicó a Eiden la escasa información que tenía sobre ellos en medio de aquella situación tan complicada.
- Mi padre tenía una reunión de negocios en otra ciudad y una diligencia pasó a recogerlo de madrugada, así que ahora mismo debería estar lejos de aquí. Mi madre, en cambio, estaba en la plaza participando en los actos de la Academia...
La voz de Marie se rompía poco a poco mientras hablaba, así que Eiden intentó tranquilizarla con unas palabras esperanzadoras.
- No te preocupes, seguro que pronto podremos reunirnos tanto con ella como con Alysa....
Sin embargo, él tampoco podía ocultar su nerviosismo al desconocer el paradero de su hermana. Dándose cuenta de que esta situación tampoco era agradable para Eiden, Marie trató de mostrarse serena.
- ¡Mira, Eiden! ¡Ya casi estamos en el pueblo!
Ambos siguieron corriendo con todas sus fuerzas pero, cuanto más se acercaban, peor parecía la situación. De repente, Marie aflojó el ritmo hasta que sus pasos se detuvieron a pocos metros de la entrada del pueblo. Por sus sofocadas mejillas habían comenzado a caer lágrimas que hicieron visible la profunda tristeza que sentía.
- Esto... Esto es terrible, Eiden... Mi madre quizá...
Lo único que Eiden pudo hacer en ese momento fue abrazar a su buena amiga mientras ésta rompía a llorar.
- Vamos, Marie... Tranquila...
Dejando un momento a solas a Marie, Eiden caminó de lado a lado buscando desde la distancia algún superviviente. De repente, vislumbró un pequeño grupo de personas que se alejaba de allí caminando hacia las afueras del pueblo.
- ¡MARIE! ¡ALLÍ!
Levantando la mirada, Marie vio al grupo y se incorporó rápidamente con la esperanza de que su madre estuviera entre esas personas.
- ¡Corre, Eiden! Alysa y mi madre podrían estar ahí.
Ambos echaron nuevamente a correr alcanzando en pocos minutos al grupo de supervivientes.
- ¡MADRE! ¡MADRE!
Marie gritó y gritó y, del grupo de personas, una mujer salió corriendo hacia ellos.
- ¡MARIE! ¡HIJA!
Entre lágrimas, madre e hija se fundieron en un fuerte abrazo. Tras unos segundos, la madre de Marie vio que su hija tenía un acompañante.
- Oh, Eiden... ¡Cuánto me alegra que estés bien!
Eiden, que se había mantenido unos pasos atrás para no interrumpir aquel emotivo reencuentro, se dirigió hacia ella para saludarla y comprobar que no estuviera herida.
- No se preocupe por mí, Suzanne. Me tranquiliza ver que está a salvo.
Suzanne era una mujer adulta de oscuros cabellos y ojos marrones con un cuerpo fino y delicado. Su vestido negro, largo y elegante, estaba un poco sucio y rasgado por la parte inferior.
- Hemos salido de allí gracias a los chicos de la Academia... El fuego había rodeado la plaza y no sabíamos adónde ir. Ellos se dividieron en varios grupos y nos protegieron de las llamas hasta que escapamos del peligro.
Eiden miró hacia el resto de personas con las que Suzanne había huido, pero no distinguió a ninguno de sus compañeros.
- ¿Y ellos? ¿Dónde están?
La expresión de Suzanne cambió y, mirando hacia el pueblo, respondió:
- Ellos siguen ahí, Eiden. Después de salvarnos volvieron para rescatar a los niños del orfanato...
Esas palabras le habían llenado de orgullo, pero Eiden era consciente del enorme desafío al que se enfrentaban.
- ¡Pero eso es una locura! ¡Debo ir con ellos!
Sabiendo el destino que correría el chico si se adentraba entre las llamas, Suzanne trató de detenerlo.
- ¡NO SEAS TONTO!
Aquella brusca reacción detuvo por completo a Eiden, que se la quedó mirando en silencio. Al ver que podía hacerle entrar en razón, Suzanne le dijo emocionada:
- Tus compañeros han arriesgado sus vidas para protegernos, no pongas en peligro la tuya en vano...
Eiden sentía lástima por sus compañeros, pero entendía a Suzanne. El fuego se había extendido demasiado y acercarse al interior del pueblo era una temeridad. Con suerte, sus compañeros habrían logrado resguardarse en algún lugar que las llamas no pudieran devorar.
- Supongo que debo confiar en ellos...
Suzanne asintió y le dio una suave palmadita en el hombro.
- Elistard sabrá qué hacer. Si hemos sobrevivido ha sido gracias a su rápida reacción. Estoy segura de que salvará a esos niños y protegerá a todos tus compañeros.
Eiden conocía bien la capacidad de liderazgo de Elistard y sabía que, con él al mando, el éxito estaba casi asegurado. Sin embargo, la entrega de Elistard hacia su pueblo era total y absoluta, por lo que temía que se aventurara en algún peligro que le saliera demasiado caro.
- Eso espero... Él se convirtió en prefecto de la Academia por su tenacidad y valentía. Sé que haría lo que fuera por proteger a los demás y eso es precisamente lo que más me preocupa...
Suzanne también conocía a Elistard y entendía sus dudas, pero intentó tranquilizarle con unas palabras de ánimo.
- Tus amigos son héroes valientes igual que tú. Seguro que pronto volveréis a reuniros.
Extrañada de no verle con su hermana, Suzanne preguntó con preocupación:
- Y más importante... ¿Dónde está Alysa?
Esa pregunta fue suficiente para que Eiden comprendiera la situación.
- Vaya... Entiendo que tampoco está aquí...
Eiden caminó hacia el resto de supervivientes y comenzó a hacerles preguntas sobre Alysa.
- ¡Eh! ¡Disculpad! ¿Alguien ha visto una chica con mi color de ojos y pelo? Es un poco más baja que yo y suele llevar dos coletas sujetadas con unos pañuelos morados muy llamativos...
Los supervivientes miraban al suelo y hacían un gesto de negación con la cabeza.
- ¡POR FAVOR! ¿ALGUIEN? ¡ES MI HERMANA!
Suzanne se acercó a Eiden y trató de calmarlo.
- Eiden, por favor... Esto es difícil para todos...
Marie también se acercó a él y lo arropó con sus delicados brazos mientras éste gritaba con desesperación. Sin embargo, Eiden no pensaba dar por perdida a su hermana y decidió que quería comprobar por sí mismo que Alysa no estaba en su casa.
- Me voy. No me sigas Marie.
Sin comprender las intenciones de Eiden, Marie preguntó:
- ¿Pero qué dices? ¿Dónde pretendes ir ahora?
Eiden, que ya había echado a correr, gritó:
- ¡A mi casa!
Marie echó un vistazo rápido en dirección a casa de Eiden y se dio cuenta de que el viento estaba extendiendo el incendio hacia allí.
- ¡NO, EIDEN! ¡EL FUEGO...
Marie miró a su madre con preocupación, pero ella ya había tomado una decisión.
- Lo siento madre, pero debo ir con él...
El corazón de Suzanne se aceleró sabiendo el riesgo que su hija correría si iba allí. Sin embargo, finalmente suspiró y, con una pequeña sonrisa, dijo:
- Claro, él es importante para ti, ¿verdad?
Marie asintió en silencio y, tras rápidamente despedirse de su madre, echó a correr siguiendo la estela de su desesperado amigo. Eiden no le había sacado demasiada ventaja, pero era incapaz de oír los gritos de la joven. Su mente estaba completamente nublada y simplemente corría sin ser consciente de que el fuego avanzaba en su misma dirección. Después de unos minutos, el chico finalmente vislumbró su casa a lo lejos e hizo un último esfuerzo esprintando hasta allí.
- ¡ALYSA! ¡ALYSA!
Eiden llegó rápidamente hasta la puerta, pero estaba tan nervioso que tuvo dificultades para introducir la llave en la cerradura. Cuando lo logró, empujó la puerta con fuerza y entró a la casa gritando el nombre de su hermana. Nadie respondía, y él estaba empezando a desesperarse.
- ¿DÓNDE ESTÁS? ¡SAL DE UNA VEZ!
Por mucho que insistía, la única voz que allí se oía era la suya. Primero miró en la habitación de Alysa, pero la joven no estaba allí. Sin embargo, algo le llamó la atención. Eiden inspeccionó a conciencia la habitación de su hermana, pero no logró encontrar nada que le sugiriera lo que había ocurrido allí. Cada vez más preocupado, se dirigió hacia el resto de habitaciones buscando alguna pista sobre el paradero de Alysa.
- Maldita sea. ¿Dónde se ha metido?
Cuando se dispuso a revisar la antigua habitación de sus padres, no necesitó más que cruzar el umbral de la puerta para darse cuenta de que había algo extraño:
- ¿La cama está movida?
Inmediatamente, Eiden centró su mirada en un par de candelabros fijados a la pared derecha de la habitación que estaban separados unos dos metros el uno del otro. La cama solía estar en medio de esa pared, quedando un candelabro a su izquierda y el otro a su derecha. Tras acercarse un poco, Eiden descubrió unas marcas en el suelo que le hicieron sospechar que la cama había sido retirada bruscamente.
- Esto no me gusta...
Sin embargo, no pudo continuar investigando lo ocurrido porque, de repente, escuchó que alguien entraba corriendo a la casa.
- ¿QUIÉN HAY AHÍ?
Poco después, Marie apareció frente a él claramente enfadada.
- ¡IDIOTA! ¡CÓMO SE TE OCURRE VENIR SIN PENSAR!
Eiden no había sido consciente de que Marie le había seguido, así que tardó unos segundos en reaccionar.
- ¿Qué haces aquí? ¡Te dije que no vinieras!
Marie, molesta con la actitud de Eiden después del esfuerzo que había hecho para llegar hasta allí, replicó:
- ¿Y dejarte morir? Estás tan cegado que no has visto que el fuego se dirige hacia aquí. ¡Si no nos damos prisa en salir pronto nos rodeará!
Eiden no hizo caso a sus palabras. Su única preocupación era descubrir el paradero de Alysa.
- ¡Solo un poco más! Tengo que seguir buscándola...
Resignada, Marie ofreció su ayuda a Eiden y removieron toda la casa en busca de algún rastro que su hermana hubiera dejado.
- Eiden... Es evidente que no está aquí y no nos queda tiempo...
Marie tenía razón. La prioridad en ese momento debía ser escapar de ahí. Eiden paró de buscar y, acompañado por Marie, se dirigió a la puerta para comprobar la situación en el exterior. Lamentablemente, ya era demasiado tarde.
- Te advertí de que el fuego estaba muy cerca... ¿Cómo vamos a salir de aquí?
Eiden trató de mantener la cabeza fría y se puso a caminar por el interior de la casa mientras pensaba. Nuevamente se detuvo frente a la habitación de sus padres y estuvo unos segundos mirando fijamente los candelabros de la pared. Viendo la calma de su amigo, Marie insistió:
- ¿Eiden? ¿Qué hacemos?
Tras volver en sí, Eiden suspiró profundamente y respondió con serenidad:
- No te preocupes. Te prometo que te sacaré de aquí.
Marie no entendía esa seguridad en sus palabras.
- ¿Acaso no ves el fuego acercarse? Ya no hay manera de salir...
Pese a aquella terrible adversidad y el pesimismo de su amiga, Eiden sabía que aún no estaba todo perdido.
El incendio se había extendido tan rápido que la pequeña casa de Eiden estaba a punto de ser devorada por las llamas. Marie había comenzado a derrumbarse, pero él cogió su temblorosa mano y le dijo con una voz suave:
- Todo irá bien. Confía en mí. ¿Puedes ayudarme?
Marie, entre sollozos, alzó la mirada hacia Eiden y asintió con la cabeza.
- Tú tranquila. Solo necesito que vayas a la cocina y cojas provisiones. Cuando hayas acabado saldremos por aquí.
Eiden señaló con una mano la habitación de sus padres.
- La casa tiene otra salida a través de esta habitación. Nos llevará lejos del pueblo, pero ahora mismo es nuestra única opción.
Marie no entendía mucho lo que estaba pasando, pero había recuperado la esperanza al oír esas palabras.
- Bueno... Haré lo que me has pedido...
Eiden sonrió a Marie y le dio una palmadita en el brazo.
- ¡Vamos!
Mientras Marie buscaba agua y comida, Eiden entró a su habitación y cogió la vieja espada de madera que solía usar para entrenar. Tras colocarla en su cinturón, guardó en una mochila un catalejo que tenía en el cajón de su escritorio y el libro de su madre que aún llevaba consigo. También agarró un marco que había sobre su mesita de noche con una fotografía muy especial para él en la que aparecía toda la familia. Con cuidado, abrió la parte trasera descubriendo un trozo de papel doblado oculto tras la imagen. Sin siquiera mirarlo, se dispuso a guardarlo en el bolsillo de la chaqueta de su uniforme.
- Oh, es verdad. Aquí tengo las hierbas que recogí para Alysa...
Al notar ahí aquella bolsita, optó por guardar el papel en el bolsillo del pantalón. Después, dejó el marco como estaba originalmente y lo metió en la mochila. Eiden era consciente de que seguramente su casa quedaría reducida a cenizas, así que quería conservar algo que le recordara a su familia.
- ¡MARIE! ¿CÓMO VAS?
Debido a la complicada situación personal de Eiden y Alysa, Marie no encontró más que un poco de comida por mucho que había abierto casi todas las puertas y cajones de la cocina. Acostumbrada a una vida cómoda y caprichosa, la joven estaba sorprendida de que pudieran vivir en esas condiciones.
- ¡NO HE ENCONTRADO MUCHO, PERO YA CASI ESTOY!
Eiden se colgó la mochila por los hombros y se dirigió a la cocina para acabar los preparativos. En cuanto llegó ahí, vio a Marie de espaldas manejando las provisiones sobre una mesa.
- ¿Lo podemos guardar ya?
Marie había rellenado dos cantimploras de hojalata con agua de un depósito que tenían en la cocina. También había envuelto en tela varios trozos de pan y algunos frutos secos.
- Espera un momento. Lo estoy acabando de envolver.
Después de que Marie le hiciera un fuerte nudo a los distintos paquetes para que su contenido no se desparramase accidentalmente por el camino, Eiden lo metió todo en su mochila y volvió a colgársela en la espalda.
- ¡Ven conmigo!
Con las provisiones preparadas, ambos corrieron hacia un pequeño cuarto al final del pasillo. Apenas tenía unos dos metros cuadrados, así que solían utilizarlo como trastero. En él, dentro de un armario, guardaban herramientas de todo tipo y utensilios varios. Eiden apartó sin mucho cuidado los objetos de mayor tamaño tirando al suelo una vieja pala oxidada y un pico incluso más deteriorado. Cuando por fin pudo despejarlo un poco, encontró apoyada en la esquina inferior del armario una pequeña antorcha. Aunque aquello era lo que había ido a buscar, no parecía satisfecho con el hallazgo.
- ¿Y la otra?
Eiden continuó removiendo el armario convencido de que había una segunda antorcha. Sin embargo, el tiempo pasaba y no aparecía.
- En fin, supongo que una nos servirá...
El fuego se había acercado peligrosamente a las paredes de la casa y el humo ya se introducía en las habitaciones. Eiden era consciente de que tendrían poco tiempo para escapar, así que cogió la antorcha, agarró con fuerza la mano de Marie y juntos fueron hasta la habitación que antaño perteneció a sus padres.
Una vez ahí, se detuvo frente al candelabro izquierdo y lo acarició con suavidad de arriba a abajo. Pese a la gravedad del momento, tenía un extraño sentimiento de nostalgia. Esos candelabros... Esa salida secreta... Aquel día... En un instante le habían venido toda una serie de recuerdos de la última vez que vio obligado a escapar por ahí. En su cabeza resonaban las lágrimas que derramó y sentía como una siniestra oscuridad poco a poco nublaba su mente.
- ¡EIDEN! ¡REACCIONA!
El humo empezaba a concentrarse en la habitación y la madera crujía con fuerza. Marie se agarró a Eiden con desesperación viendo que podrían ser sus últimos minutos de vida y él seguía parado sin hacer nada. Al notar las lágrimas de Marie cayendo sobre su mano, Eiden volvió nuevamente en sí y continuó con el plan de escape.
- ¡MARIE! ¡ESTIRA DE AHÍ!
Eiden señaló el candelabro derecho y Marie se acercó a él para seguir sus instrucciones. Sin embargo, nada parecía estar ocurriendo.
- ¡NO! ¡NO! ¡HAZLO CUANDO YO TE AVISE!
Marie no entendía nada, pero creía en Eiden y trató de mantener la calma a la espera de su señal.
- ¡TRES!... ¡DOS!... ¡UNO!... ¡AHORA!
Al tirar de los dos candelabros a la vez, se activó un mecanismo que hizo girar 90 grados el rectángulo de pared que había entre ambos. La puerta hacia su ruta de escape se había abierto.
- ¿Qué es este sitio?
Marie estaba atónita, pero no era un buen momento para responder a sus preguntas.
- ¡Luego te lo explico! ¡Entra!
Eiden la agarró del brazo y tiró de ella hacia la habitación que acababa de abrirse frente a ellos. Viendo que su compañera estaba en shock, Eiden se detuvo nada más cruzar al otro lado de la pared e intentó tranquilizarla.
- ¡Espérame aquí! ¡Yo iré primero!
En medio de esa misteriosa habitación había un gran agujero con una vieja escalera de madera que descendía varios metros bajo el nivel de la casa. Inmediatamente, Eiden comenzó a bajar sus peldaños mientras Marie le miraba desde arriba con preocupación, pues veía cómo el humo seguía extendiéndose y rápidamente se estaba filtrando también allí.
- ¿Va todo bien, Eiden? Creo que debería ir contigo...
Eiden bajaba tan rápido como podía por aquellas escaleras tan deterioradas. La madera hacía mucho ruido cada vez que pisaba un nuevo peldaño y debía hacerlo con cuidado para evitar que alguno pudiera romperse con las malas consecuencias que eso tendría. La poca luz que entraba tampoco ayudaba en esa misión contrarreloj.
- ¡Un momento! ¡Ya casi estoy!
Unos segundos después, una potente llama iluminó el oscuro agujero en el que Eiden se había adentrado. El joven había frotado la antorcha contra la roca del subsuelo, logrando así prenderla con facilidad. El descenso era más seguro ahora que la visibilidad había mejorado, así que volvió inmediatamente a por Marie. Con una mano sujetaba la antorcha y con la otra se agarraba a la escalera, pero eso no le frenó y tardó muy poco en llegar arriba.
- ¡Vamos! ¡No queda mucho tiempo!
Esta vez juntos, empezaron a bajar los primeros peldaños cuando, de repente, se oyó el mismo ruido de engranajes que sonó cuando la pared se había abierto. Marie se detuvo para comprobar qué estaba pasando y, ante sus ojos, la pared comenzó a girarse recuperando lentamente su posición original.
- ¡Eiden! ¡La pared!
Como no era el mejor momento para contarle lo que estaba ocurriendo, Eiden trató de calmarla un poco quitándole hierro al asunto hasta que al menos estuvieran abajo del todo.
- Sí, sí... Tranquila...
Sin embargo, Marie estaba demasiado asustada e insistió:
- ¿Nos hemos quedado atrapados?
Resignado, aunque entendiendo cómo debía sentirse, Eiden decidió hacerle una breve explicación sobre el funcionamiento del mecanismo para que comprendiera que todo estaba yendo según lo previsto y, quizás así, se tranquilizaría un poco.
- ¡Claro que no! Si mal no recuerdo, la pared recupera su posición unos 30 segundos después de activarse el mecanismo. Es por eso que he bajado yo primero. Tenía que encender la antorcha mientras la pared estuviera abierta porque nos hubiéramos quedado completamente a oscuras y me preocupaba que te tropezaras con algún peldaño si entrabas en pánico...
Pese a verse en una situación tan complicada, Eiden la tenía presente y había hecho todo lo posible para que no corriera ningún peligro. Su respuesta hizo muy feliz a Marie, aunque al oírlo le supo mal haber perdido los nervios de esa manera.
- - Vaya... Gracias...
Una vez bajada la escalera, llegaron a un oscuro túnel que parecía no tener fin. Sin detenerse un solo momento, echaron a caminar hacia adelante, pues era lo único que podían hacer. Un silencio sepulcral cubrió el pasadizo durante unos minutos. De fondo, aún se podía escuchar el sonido de la madera quebrándose.
- Oye, Eiden... ¿Desde cuándo tenéis esto aquí?
Eiden suspiró profundamente y, tras unos segundos, respondió:
- En realidad, no lo sé. Cuando era pequeño, mis padres nos contaron a Alysa y a mí que vinimos a vivir cerca del bosque porque había personas que no nos querían en el pueblo. Como nuestras familias han tenido una buena relación desde hace tiempo, tu padre utilizó sus influencias para comprar un viejo puesto de vigilancia abandonado que acabó convertido en esta casa gracias al esfuerzo de mis padres y a la ayuda de algunos vecinos.
Marie también era muy pequeña en aquel entonces y tardó años en conocer los detalles de ese traslado tan repentino, pero recordaba con cariño los días en los que jugaban juntos en el bosque mientras los adultos trabajaban en la casa.
- A mí también me habían contado eso pero... ¿y este túnel?
Era normal que Marie no supiera nada sobre ello. En realidad, ya eran muy pocos los que conocían el secreto escondido bajo las calles de este pueblo en decadencia.
- Mi padre solía hablarme sobre la historia de Börstad, sobre lo importante que fue en el pasado. Decía que su proximidad al mar había convertido este pueblo en un importante punto de comercio que, lamentablemente, sufría constantes ataques debido a los grandes negocios que aquí se manejaban. Como te puedes imaginar, eso ocurrió hace varios siglos y ahora solo es un pueblo humilde que seguramente quedará abandonado con el tiempo.
Marie quedó sorprendida ante la lección de historia que Eiden acababa de darle.
- Vaya... No tenía ni idea... ¿Pero cuál es la relación con todo esto?
Eiden se detuvo un momento y respondió:
- Es muy sencillo. Para protegerse construyeron una gran cantidad de túneles subterráneos que permitían a los habitantes del lugar esconderse cuando había un ataque.
Marie empezaba a entender el propósito de los túneles, pero seguía teniendo una pregunta importante.
- Entonces, ¿fue tu padre quien hizo la habitación secreta?
Eiden lo negó con la cabeza y, echando nuevamente a andar, continuó con la explicación:
- Él sabía que estos túneles existían y, temeroso de aquellos quienes repudiaban a nuestra familia, aprovechó la reforma de aquel viejo puesto de vigilancia para inspeccionarlo de arriba a abajo en busca de alguna entrada que permaneciera allí oculta. Un día, limpiando los candelabros con mi madre, sin quererlo presionaron de ambos a la vez y descubrieron esa habitación.
Aunque cada vez tenía más respuestas, a Marie seguía desconfiando de aquel sitio más aún si era tan antiguo.
- ¿Pero ya es seguro que estemos aquí?
Eiden empezaba a estar cansado de tantas preguntas, pero entendía que ella no sabía nada de todo eso y debía sentirse insegura en un túnel viejo y oscuro con la única iluminación de una pequeña antorcha.
- No debes preocuparte. La mayoría de los caminos estaban muy deteriorados o directamente habían quedado bloqueados pero, después de mucho explorarlos, mi padre elaboró un mapa con el que, en caso de emergencia, podríamos movernos por debajo Börstad sin peligro y sin que nadie nos descubriera.
En ese punto, Eiden suspiró nuevamente y retomó la explicación:
- Yo solo he estado aquí una vez. Fue aquel día. Aunque lo hacía a escondidas, sé que Alysa ha bajado alguna vez después de aquello, pero yo nunca me vi con corazón de volver a cruzar esa pared...
Marie veía cómo la expresión de Eiden cambiaba a medida que avanzaba en su explicación. Cada vez se mostraba más afligido y, aunque estaba asustada y quería toda la información posible, no quería hacerle sentir mal.
- Lo siento... No quería recordártelo...
Eiden bajo la mirada al suelo un instante, pero rápidamente trató de fingir una tímida sonrisa para no preocupar a Marie.
- Da igual... Lo importante es que hoy este túnel nos ha salvado...
Buscando en el bolsillo de su pantalón, Eiden sacó el papel que se ocultaba tras la fotografía.
- ¿Ves? Este es el mapa.
Marie lo cogió de sus manos y le echó un vistazo mientras Eiden sostenía la antorcha cerca de ella para que pudiera verlo bien. Había montones de caminos, algunos con símbolos de calaveras y otros con cruces encima. Probablemente, lo mejor sería no preguntar por ellos. Sin embargo, tampoco parecía sencillo orientarse en aquellos que supuestamente no tenían ningún peligro, pues había tantas desviaciones que aquel lugar parecía un complejo laberinto del que nadie escaparía sin la ayuda de un buen mapa.
- Ya veo... ¿Es el único que tenéis?
Eiden pensó la respuesta durante unos segundos, pues en realidad no sabía si existía alguna otra copia del mapa.
- Que yo sepa, sí. Alysa me lo dio y me dijo que lo guardase con mucho cuidado. Ella tiene mucha memoria y probablemente investigó todo esto por su cuenta, así que dudo que lo necesite...
Marie comenzó a sospechar que Alysa podía haberse ido por el túnel mientras Eiden estaba en el bosque. Después de unos segundos en silencio, decidió preguntar:
- ¿Crees que Alysa se ha escapado por aquí?
En realidad, Eiden compartía el pensamiento de su amiga. Sin embargo, no entendía por qué lo había hecho de esa manera y si tenía alguna relación con el ataque.
- Lo importante ahora es que nos pongamos a salvo. Alysa es lista y confío en que no estará metida en ningún lío. Después de arrastrarte conmigo en su búsqueda lo que más me preocupa en este momento es sacarte de aquí.
A pesar del peligro al que se acababan de enfrentar, Marie sonrió, emocionada por las palabras de Eiden, y cogió su mano mientras poco a poco se adentraban en la oscuridad del pasadizo.
( . . . )
Después de hora y media caminando, Marie empezó a tener problemas para mantener el ritmo.
- Eiden... ¿Aún falta mucho?
Tras comprobar el mapa durante unos segundos, le respondió:
- Mmm... Creo que ya deberíamos estar cerca...
Sin embargo, Marie no quedó satisfecha con esas palabras ya que solo pensaba en salir de allí cuanto antes.
- Llevamos mucho rato caminando y estoy cansada...
La insistencia de Marie molestó a Eiden, que también estaba cansado y deseaba encontrar la salida de una vez.
- ¿Y qué quieres que haga? Quizás ahora mismo estaríamos fuera si no nos hubiéramos parado cada dos por tres...
Marie se dio por aludida en ese comentario y replicó:
- ¡Entiéndeme! Yo había salido de casa con unos zapatos elegantes pensando que disfrutaríamos de un agradable día en la plaza. ¿Crees que podía imaginarme que me pasaría la mañana corriendo de aquí para allá? ¡Tengo los pies destrozados!
Eiden se había dejado llevar por la frustración que sentía y por un momento había olvidado que Marie estaba allí por él. Consciente de que se había equivocado al reprocharle las pausas durante el camino, se disculpó sincerándose sobre sus preocupaciones.
- Lo sé, lo siento. Estoy un poco agobiado con todo esto del incendio y mi hermana...
Marie, comprensiva, acarició con suavidad su brazo y trató de darle ánimos.
- Tranquilo, Eiden. Es normal. ¿Crees que podríamos encontrarnos con Alysa al final del túnel?
Esa pregunta le dejó una sensación extraña. Todo era demasiada casualidad y nada bueno podía estar ocurriendo.
- No lo sé... No quiero pensar que ella esté involucrada en este incidente... Sin embargo, si por alguna razón quería alejarse de Börstad sin que nadie la viera es evidente que este túnel era su mejor opción. Además, me ha parecido que faltaba una antorcha y ella la ha debido necesitar si ha pasado por aquí...
Poco a poco, el miedo y la desconfianza se habían apoderado del corazón de Eiden. Creía en ella, pero su desaparición había sido extraña y repentina. ¿Realmente estaba en peligro? El estado de la habitación de sus padres sugería que alguien había utilizado la entrada a los túneles, una entrada que supuestamente solo conocían él y Alysa. Entre tantas sospechas, Marie consideró que seguir con ese tema le haría sentir peor y trató de hacerle pensar en otra cosa.
- No te precipites. Quizás todo haya sido una desagradable coincidencia y ella está bien en algún lugar... Pero ahora que lo mencionas, deberíamos encontrar pronto la salida porque la nuestra ya se está apagando...
Tras echarle un último vistazo al mapa, Eiden lo guardó nuevamente en el bolsillo de su pantalón convencido de que ya solo les quedaba por cruzar un largo pasillo. Y así fue, porque unos pocos minutos después notó algo en el ambiente que le despejó cualquier duda.
- ¡Marie! ¿Lo notas?
A ella todo le parecía exactamente igual, así que no sabía a qué se refería.
- ¿El qué? No te entiendo...
El joven respiró lentamente y, con alegría, exclamó:
- ¡Por fin! ¡Estamos muy cerca!
Viendo lo que hacía su compañero, Marie olfateó el ambiente tratando de entender lo que ocurría.
- Huele a... ¿agua salada?
Eiden asintió con la cabeza y, acelerando el paso, le explicó la razón de aquel cambio.
- Exacto, Marie. Este camino nos ha llevado hasta la parte del bosque que está tocando la playa. He pensado que lo mejor era alejarse tanto como fuera posible del pueblo por si el incendio afectaba la estructura de los túneles, así que ahora deberíamos estar a salvo.
Apenas unos metros después, vieron algo de claridad que se filtraba desde el exterior iluminando tímidamente el final del pasadizo.
- ¡Es la salida!
Eiden soltó un fuerte soplido frente a la antorcha para apagarla. Sin pensarlo demasiado, la tiró al suelo y juntos corrieron hacia una maltrecha escalera de madera por la que subieron, primero él y después Marie, hasta finalmente dar con una trampilla del mismo material por cuyas grietas se filtraba la luz. Tras abrirla y apartar un poco el follaje acumulado, Eiden salió afuera y, una vez incorporado, se quitó de encima los restos de tierra y hojas que había arrastrado consigo.
- Marie, ¿puedes subir?
Cuando se metieron allí huyendo de las llamas no tuvo tiempo de comprobar el estado de la escalera por la que habían bajado, pero esta vez la veía perfectamente y no le daba ninguna confianza.
- Esta escalera parece débil y me da un poco de miedo...
Para darle seguridad, Eiden se arrodilló junto a la trampilla y estiró su brazo para que pudiera agarrarse a él.
- ¡Vamos! ¡Dame la mano!
Con la ayuda de Eiden, Marie también logró salir y se sentó en una roca para que reposaran sus cansados pies. Inmediatamente después, alzó la mirada al cielo para confirmar lo que ya podían imaginarse.
- La situación en el pueblo debe ser terrible...
Eiden lo había visto nada más salir, pero era una situación desesperante y no sabía qué decir.
- Ya...
Durante un rato hubo un silencio incómodo en el ambiente. El cielo despejado de la madrugada había desaparecido. Ahora, una enorme nube de humo fruto del incendio apenas dejaba pasar algún delgado rayo de luz.
- ¿Deberíamos volver?
Eiden estaba distraído inspeccionando la zona en busca de alguna pista que les confirmase que su hermana había pasado por allí. Después de unos segundos sin respuesta, Marie insistió alzando la voz:
- ¿Me estás escuchando?
El tono de su amiga centró un poco al joven, que rápidamente se volteó para hablar con ella.
- Perdóname, Marie. Sigo pensando en Alysa...
Marie podía entenderle perfectamente. Desconocía el paradero de Alysa y era posible que hubiera escapado por el mismo camino que ellos. De ser así, quizás estaba cerca de allí.
- No te preocupes, pero ahora deberíamos decidir qué hacer.
Eiden mostró una expresión pensativa. Tenía que elegir entre volver al pueblo para ayudar con la evacuación o perseguir, sin ninguna certeza, la escurridiza sombra de su hermana. ¿Sería egoísta pensar antes en su familia que en los vecinos del pueblo?
- No sé, Marie... Cuando nos hemos ido de allí, muchos de los vecinos ya estaban alejados del peligro. Además, tu madre nos ha dicho que deberíamos confiar en Elistard y los demás. Pensándolo bien, tampoco podremos hacer nada si volvemos.
Aunque la preocupación principal para ambos era Alysa, Marie no quería dejar de lado ni a su madre ni a los demás.
- ¡No digas eso! ¡Conoces muchos remedios y con el libro de tu madre podrías atender a los heridos!
Eiden entendía que sus conocimientos podían ser útiles, pero volver les llevaría un buen rato y no consideraba que, en esas condiciones, pudiera hacer mucho por sus vecinos y amigos.
- ¿Con qué recursos, Marie? El bosque debe estar ardiendo ahora mismo y sólo llevo encima las hierbas que he recogido esta mañana para Alysa. ¡No podré ayudar a nadie así!
Marie se sentía frustrada, pero sabía que Eiden tenía razón.
- ¿Y bien? ¿Qué quieres hacer?
Eiden volvió a comprobar los alrededores y avanzó algunos pasos en dirección al mar.
- Ya que estamos aquí, quizá deberíamos acercarnos a la playa. Si habían planeado un ataque contra Börstad puede que hayan venido de otra región. En ese caso, es posible que demos con sus barcos y tropas.
La idea no gustó demasiado a Marie, que puso una clara expresión de preocupación.
- ¿No será peligroso?
Eiden había recibido formación militar en la Academia y podía afrontar una situación complicada, pero Marie era la despreocupada hija de una cómoda familia y no estaba preparada para algo así.
- Mmm... Si quieres, puedes esperarme aquí mientras yo voy a echar un vistazo. Si hubiese cualquier problema, sólo tendrías que ocultarte en el túnel.
Marie se escandalizó al oír semejante propuesta. Fueran donde fueran, no pensaba quedarse sola después de todos los riesgos corridos durante las últimas horas.
- ¿Cómo? Yo ahí no vuelvo y menos sola.
Eiden comprendía las dudas de Marie, pero temía arrastrarla hacia un nuevo peligro.
- Si hay enemigos en la playa no quiero que te pase nada. ¿Me entiendes?
A Marie eso no le importaba lo más mínimo. En esa situación, cualquier cosa sería mejor que estar en medio de la nada alejada de todas las personas que quería.
- Pero estaré más tranquila si voy contigo. ¡No puedes simplemente dejarme aquí!
En realidad, las palabras de Marie tenían sentido. Era responsabilidad de Eiden que Marie volviera a salvo y para ello lo mejor era no separarse.
- Vale, vendrás conmigo. Sígueme y, sobretodo, trata de no hacer ningún ruido.
Sin decir una sola palabra, Marie asintió rápidamente con la cabeza. El mar podía verse desde donde estaban, así que comenzaron a andar hacia allí a paso lento. En pocos minutos llegaron al límite del bosque, separados del agua salada únicamente por una fila de grandes rocas.
Ambos miraron de lado a lado pero no encontraron nada sospechoso. A su izquierda se extendía el bosque hasta unos pequeños montes, mientras que a la derecha podía verse a lo lejos el color dorado de la arena de la playa. Desde el horizonte se acercaban nubes oscuras que probablemente dejarían tormenta durante las siguientes horas.
- ¡Mira, Eiden! Si llueve, el incendio se apagará y podremos volver al pueblo...
Él también había visto aquellas nubes, pero no era tan optimista como su amiga. Si bien pensaba que Marie tenía razón al decir que la lluvia ayudaría a la extinción del incendio, también consideraba que más adelante podría convertirse en un problema para ellos.
- Ya, pero... Esas nubes son demasiado oscuras y, si hubiera tormenta, sería mejor que no nos pillase al descubierto.
A lo largo de la costa apenas había lugares en los que refugiarse. El bosque podía ser peligroso si hacía mucho viento o caía algún rayo, pero exponerse a la lluvia en la desierta orilla tampoco era una buena opción. Si se quedaban allí demasiado tiempo, necesitarían encontrar un lugar para ponerse a cubierto.
- ¡Démonos prisa en comprobar la playa!
Ágiles y silenciosos, avanzaron por la línea de costa mientras poco a poco la arena se extendía a lo largo de su campo de visión. A lo lejos se alzaba un imponente acantilado que delimitaba la playa en dirección sur. Aunque todo parecía estar tranquilo, pronto se dieron cuenta de que no eran los únicos allí.
- ¡Detente!
Eiden frenó en seco y Marie, que estaba muy pegada a él, se golpeó la cara contra su espalda.
- Ay... Podrías haber avisado antes...
Como no parecía entender la situación, Eiden puso un dedo frente a sus labios para indicarle que estuviera en silencio.
- Shhh...
Después, la llevó hasta unos arbustos y desde allí le señaló la orilla. En voz baja, Marie preguntó:
- ¿Qué es eso?
A lo lejos podían verse tres barcazas encalladas en la arena. De ellas salían unos tablones de madera por los que subían y bajaban diversas personas uniformadas que cargaban cajas.
- Tenemos que acercarnos.
Marie se alarmó ante esas palabras y replicó:
- ¿No lo dirás en serio, verdad?
Eiden ni siquiera respondió a la pregunta. Estaba únicamente centrado en tratar de averiguar qué estaban haciendo esos forasteros.
- No creo que sea casualidad que hayan aparecido estas barcazas en la playa el mismo día que el pueblo ha ardido. Ésta podría ser nuestra única oportunidad para descubrir qué hay detrás de lo ocurrido...
La preocupación de Marie pasó a convertirse en miedo al ver que Eiden salía del arbusto para acercarse a la posición de las barcazas.
- ¿A dónde vas?
Eiden señaló con la mano un grupo de árboles que se alzaban a pocos metros de la arena. Sus troncos eran anchos y podrían ocultarse tras ellos para intentar escuchar las conversaciones de aquellas personas. Marie se pegó nuevamente a la espalda de Eiden y ambos avanzaron sigilosamente a través de la vegetación del bosque hasta alcanzar su objetivo.
- ¿Qué habrá ahí dentro?
Delante de ellos había una pila de cajas estrechas y alargadas que aún no se habían llevado, pero acercarse allí era muy peligroso ya que quedarían totalmente expuestos. A pesar de observarlo todo atentamente, Eiden no podía distinguir nada que le ayudara a descubrir qué se ocultaba ahí dentro. Poco después, cuando aquellos hombres ya habían subido a las barcazas la mercancía cercana a la orilla, se escuchó una voz que gritó:
- ¡Daos prisa! ¡La nave que nos llevará de vuelta a casa está a la espera detrás del acantilado!
Después de esa orden, tres hombres se acercaron caminando al montón de cajas que había frente al escondite de Eiden y Marie. Sin embargo, cansados de tanto esfuerzo, hicieron una pequeña pausa antes de seguir embarcando el material. Apoyados sobre la pila, empezaron a charlar y Eiden pudo oír como el hombre más corpulento dijo en voz alta:
- ¡Ya casi hemos acabado! ¡Qué ganas de volver!
Otro de ellos, el más bajo, respondió:
- Yo ya estaba harto de este pueblucho. La misión ha llevado muchos días...
Finalmente, el hombre que aún no había dicho una sola palabra, delgado y muy alto, se añadió a la conversación:
- Lo importante es que todo ha ido según el plan. Los de arriba estarán contentos y pagarán bien, que muchos de los que estamos en este escuadrón solo hacemos todo esto por el dinero.
Eiden estaba teniendo dificultades para escucharles con claridad así que, aprovechando que estaban distraídos y que él contaba con el camuflaje que le proveía la vegetación, decidió desplazarse sigilosamente al árbol de al lado, un poco más cercano a ellos. Marie, distraída vigilando los alrededores para que nadie les sorprendiera por la espalda, ni se dio cuenta del cambio de posición de Eiden.
Mientras tanto, la charla continuó y, asintiendo con la cabeza, el hombre corpulento reafirmó lo que acababa de decir su compañero:
- Y que lo digas. Seguramente nos pagan más por tener la boca cerrada que por lo que realmente hacemos. Además, a mí hace tiempo que estas misiones me generan dudas. Parece que estemos recorriendo el reino en busca de algo...
Rápidamente, el hombre corpulento intentó cortar la conversación lanzando una advertencia.
- ¡No sigas! Hay rumores de compañeros que sabían demasiado y desaparecieron de un día para otro. También cuentan que algunos han desaparecido después de dejar el escuadrón. Es mejor no pensarlo demasiado y limitarse a obedecer.
Tras ese comentario, se hizo un breve silencio que fue interrumpido por una inesperada pregunta del hombre bajito.
- ¿Creéis que es verdad que la esconden aquí?
Al instante, sus caras cambiaron por completo mostrando una expresión seria. Los superiores no les daban apenas información sobre las misiones y todo estaba rodeado de mucho secretismo, pero había interesantes rumores sobre cuál era el objetivo de este ataque a Börstad.
- Si lo que dicen es cierto, todo esto es más grande de lo que podríamos imaginar. Pero bueno, no nos pagan por pensar. Por ahora regresaremos a Vilche a la espera de nuevas órdenes.
Marie, que no había parado de vigilar los alrededores, vio que alguien se acercaba desde el bosque. Rápidamente se agachó y trató de avisar a Eiden, al que había perdido de vista un rato antes. Sin pensarlo, se estiró hacia él y lo agarró del uniforme para que no lo descubrieran. Sin embargo, el tirón fue tan inesperado para Eiden que lo hizo caer de espaldas sobre el espeso follaje que había a su alrededor.
- ¿Has oído eso?
Eiden y Marie se quedaron mudos al escuchar esa pregunta de uno de los hombres que descansaban frente a ellos. Desde el suelo, Eiden le indicó con la mano que volviera atrás, al árbol en el que se había ocultado hasta entonces. Poco a poco, él también se arrastró hacia allí. Ambos podían oír los pasos en la arena de aquellos hombres acercándose peligrosamente, pero una voz familiar los salvó cuándo todo parecía perdido.
- ¿Qué hacéis ahí parados? ¡Subid eso y vayámonos de aquí!
Al oír esa orden, los tres hombres se detuvieron y respondieron casi al unísono:
- ¡Sí! ¡Lo sentimos!
Eiden y Marie permanecieron congelados detrás del tronco. Cuando las voces se alejaron, Marie hizo la pregunta que seguro ambos se hacían.
- Esa voz... ¿No era la de Alysa?
Tras un profundo suspiro, Eiden respondió:
- No he podido verla, pero creo que sí.
Las tres barcazas partirían en breve. Ya habían subido los últimos hombres, los tablones de madera estaban recogidos y los remos llevaban un buen rato colocados. En cada barcaza había un pequeño grupo de personas, seis de las cuales se encargarían de remar.
La voz de Alysa había llenado a Eiden tanto de esperanza como de desconfianza, pues aquella situación no parecía agua clara. Además, estando con Marie y en inferioridad numérica no podía simplemente salir corriendo tras ella. Después de unos segundos pensando cuál sería la mejor opción, dejó la mochila en el suelo y sacó el catalejo para intentar confirmar que Alysa se encontraba entre esas personas.
- ¿Ves algo?
Marie permanecía oculta tras los árboles vigilando cualquier otra amenaza que pudiera aproximarse. Mientras, Eiden inspeccionaba una por una las barcazas.
- Mmm... La de la izquierda acaba de zarpar, pero sólo hay varios hombres y algunas cajas...
Poco después, una segunda barcaza comenzó a adentrarse en el mar.
- En la de la derecha veo más personas, pero no parece haber ninguna mujer...
La única que faltaba por salir lo acababa de hacer, así que Eiden dirigió toda su atención a ella siendo esa la última opción de encontrar a Alysa si realmente estaba allí.
- ¿Está en esa?
Marie no veía nada desde esa distancia y no podía contener su preocupación. Eiden estaba concentrado intentando fijarse en los ocupantes de aquella embarcación.
- Un momento, Marie...
La barcaza se balanceaba con fuerza por las olas y costaba distinguir a sus pasajeros.
- Creo que en esa hay algunas mujeres, pero no puedo estar seguro de que...
Incluso en esas condiciones, hubo algo que no tuvo problema en reconocer al instante: los pañuelos de color morado con los que Alysa hacía sus coletas.
- ¡Maldita sea!
Eiden se puso rápidamente en pie, tiró el catalejo hacia atrás y comenzó a correr hacia la orilla. Marie, atónita, cogió la mochila de debajo del árbol, recuperó el catalejo y, tras guardarlo a toda prisa, salió corriendo detrás suyo en un desesperado intento por detenerlo.
- ¡¡ALYSA!!
Los gritos de Eiden llamaron la atención de aquellas personas tan sospechosas. Uno de los hombres que estaban en la barcaza del medio se levantó y dio indicaciones a otro que rápidamente abrió una de las cajas sacando de ahí un arco y una flecha. Alysa también se alzó y trató de enfrentarse al hombre que había dado la orden pero fue reducida por los demás ocupantes, que la empujaron con fuerza a la parte trasera de la barcaza.
Durante el forcejeo, uno de los pañuelos de Alysa se soltó de su cabello y fue arrastrado por un potente golpe de viento que lo alejó en dirección a la costa. La tormenta avanzaba deprisa y las condiciones cada vez eran más difíciles. El oleaje era feroz, pero las barcazas resistían y avanzaban velozmente hacia el sur.
En la orilla, la carrera de Eiden se veía entorpecida por la arena, que le había hecho tropezar varias veces. Justo detrás iba Marie, que solamente intentaba detener esa locura. Desde las movidas aguas, el arquero disparó sin titubear una única flecha que voló con precisión hasta la orilla rasgando la mejilla de Eiden. Aunque no había podido reaccionar al ataque, el escozor de la herida que había provocado el roce de la flecha en su cara hizo que Eiden se lanzara a la arena sospechando que algo no iba bien. Inmediatamente puso un par de dedos sobre su mejilla y vio como éstos quedaron empapados de sangre.
- Aghhh... Duele...
Sin embargo, ese dolor no era nada comparado al que estaba a punto de sentir. Viendo que ya era imposible alcanzar las barcazas, cuya pista se desvanecía a medida que quedaban ocultas tras el acantilado, Eiden echó la mirada a su espalda. Sobre la arena, Marie yacía desplomada con la fecha clavada sobre su pecho. No se movía y su vestido comenzaba a cubrirse de una gran mancha roja. Eiden solo había corrido hacia delante y no sabía que Marie le seguía apenas unos metros detrás. Al sobrepasarle, la flecha había continuado su vuelto hasta impactar en aquella joven torpe pero valiente que solo quería proteger a su amigo.
- ¡¡¡MARIE!!!
Eiden no podía creerse lo que estaba ocurriendo. Por un lado, Alysa había desaparecido tras el acantilado montada en una barcaza de aquellas personas. Por otro, Marie estaba gravemente herida porque él había salido corriendo hacia ella de manera imprudente. Quería ser fuerte para proteger a los demás, pero en el momento de la verdad no había podido salvar a ni a su hermana ni a su amiga aun teniéndolas justo delante.
- ¡Por favor! ¡Responde!
Eiden se abalanzó sobre Marie y comenzó a agitar su delicado cuerpo. Estaba débil e inconsciente, pero aún respiraba. Con lágrimas en los ojos, Eiden la abrazó con fuera y susurró entre sollozos:
- Te prometo que te salvaré…
Como si esas palabras hubieran llegado hasta su corazón, Marie abrió lentamente los ojos y dijo en voz baja:
- Idiota...
Con una sonrisa en los labios, alzó su brazo hasta alcanzar la mejilla de Eiden. Él también sonrió pensando que Marie había recuperado el conocimiento pero, tras darle una suave caricia, sus ojos volvieron a cerrarse poco a poco.
- ¡NO! ¡NO! ¡NO!
Con cuidado, Eiden acompañó su brazo hasta la arena. Aunque la vida de Marie parecía estar extinguiéndose, él no se había rendido y estaba dispuesto a salvarla a cualquier precio. Lo principal en ese momento era retirarle la flecha del pecho y detener la hemorragia, ya que si seguía perdiendo sangre no habría nada que hacer. Por suerte, Marie había cogido la mochila antes de echar a correr y estaba tirada justo a su lado. Inmediatamente, Eiden la abrió para comprobar si había algo que pudiera serle útil.
- ¡Esto servirá!
A toda prisa, sacó de ahí uno de los paquetes de provisiones. El nudo se le resistió, pero en cuanto consiguió deshacerlo todo el pan que llevaban cayó sobre la arena. Lo importante era el trozo de tela que la envolvía, ya que podría usarlo para detener la hemorragia. Antes, eso sí, tenía que conseguir extraer la flecha.
- Con cuidado...
Eiden apoyó una mano junto al pecho de Marie. Con la otra agarró la flecha, clavada justo por encima del escote de su vestido, y lentamente tiró de ella. A pesar de la presión que sentía, pudo extraerla sin dañar aún más su blanca piel e inmediatamente la lanzó hacia un lado para que no le molestase al continuar con las curas.
Sin embargo, al sacar la flecha había comenzado a brotar una mayor cantidad de sangre. El tiempo era vital y, sin perder un solo segundo, Eiden presionó con fuerza el trozo de tela contra su pecho.
- Venga, venga...
Después de unos minutos, y aunque la tela había quedado teñida de rojo, la herida había dejado de sangrar. Eiden estaba de rodillas junto a Marie, que seguía inconsciente estirada sobre la arena. Sus pulsaciones eran débiles, pero aún había esperanza. Con el agua de una de las cantimploras, enjuagó la tela y limpió con mucho esmero la herida de su pecho. Por suerte, la hemorragia parecía estar controlada.
Habiéndose quitado un enorme peso de encima, Eiden se tomó un pequeño respiro observando las olas que golpeaban la arena. De repente, se dio cuenta de que algo estaba siendo arrastrado cada vez que el oleaje arremetía. Al fijarse con más detenimiento, le pareció que era de un color morado similar al de los pañuelos de Alysa.
- ¿Podría ser?
Eiden se levantó de la arena y, dejando un momento sola a Marie, corrió hacia el agua. Al verlo de cerca, no lo dudó ni un instante.
- Es uno de sus pañuelos...
Aquellos pañuelos eran un regalo de su madre. Ella misma seleccionó y cosió las telas e incluso les bordó un bonito trébol en la esquina superior izquierda, lo cual le había permitido reconocerlo con facilidad. Tras un largo suspiro, Eiden recogió el pañuelo de la arena y se lo ató al brazo derecho mientras regresaba con Marie. Sin embargo, ni siquiera tuvo tiempo de asimilar este inesperado hallazgo porque tenían otro problema justo encima de sus cabezas.
- ¿Ya empieza?
Las oscuras nubes se habían acercado durante todo ese rato y ya caían las primeras gotas de la que probablemente sería una fuerte tormenta. El cielo brillaba con imponentes relámpagos que precedían el estruendo de unos truenos cada vez más frecuentes.
- Tenemos que salir de aquí...
Eiden guardó en el bolsillo del pantalón el trozo de tela con el que había detenido la hemorragia de Marie y se colgó la mochila en la espalda
- Si no recuerdo mal, cerca del acantilado debería haber una caseta en la que el viejo Gälard guardaba sus aparejos cuando pescaba…
Lentamente y con cuidado, Eiden recogió a Marie de la arena y, con ella entre sus brazos, caminó unos metros hasta salir de la playa. Aunque su amiga pesaba poco, era incómodo caminar por allí y no quería dejarla caer por culpa de algún tropiezo. Por eso, consideró que lo más adecuado era seguir avanzando a través del bosque que les había permitido ocultarse de aquellas misteriosas personas con las que Alysa se había marchado.
(17 de Mayo de 1674, 08:00)
Eran las ocho de la mañana pero la luz del Sol aún no iluminaba la habitación de Marie.
- ¡MARIE! ¡Ya son las ocho! Tu padre se ha ido hace rato y ya va siendo hora de que te levantes...
Metida bajo las sábanas, la joven no parecía tener ninguna intención de comenzar tan pronto el día.
- Déjame dormir cinco minutos más, madre...
Suzanne no comprendía como podía tener una hija tan perezosa, pero sabía bien cómo hacer que espabilase.
- Recuerda que hoy es la graduación de Eiden y probablemente vendrá al pueblo para los actos de la mañana. Estará triste si no te ve por la plaza...
De repente, Marie abrió los ojos y salió de la cama a toda velocidad.
- ¿¿¿Por qué no me has avisado antes???
Marie abrió la puerta de su habitación, saludó a su madre y corrió hacia el baño para comenzar a arreglarse. Suzanne, que aún estaba frente a la habitación de su hija, echó un vistazo al interior y suspiró con resignación al ver lo desordenada que la tenía.
- Como mínimo harás la cama antes de irte, ¿no?
En ese momento la única preocupación de Marie era estar lista a tiempo para los actos, de modo que ignoró la pregunta de su madre.
- ¡Sé que me has oído jovencita! Eiden se asustaría si viera tu habitación...
Con las mejillas un poco sonrojadas, Marie exclamó claramente avergonzada:
- ¡¡MADRE!!
Suzanne soltó una pequeña risa por la reacción de su hija. Como mínimo había conseguido sacarla de la cama y espabilarla, así que ahora lo mejor era dejarla hacer a su ritmo.
- Ya te dejo tranquila... ¡No te olvides de desayunar!
Marie ni siquiera había pensado en ello y, si iba justa de tiempo, estaba dispuesta a sacrificarlo. Es por eso que se limitó a responder bien alto lo que su madre querría oír.
- ¡SÍÍÍ!
Unos minutos después, Marie volvió a su habitación y abrió un voluminoso armario que se extendía casi de punta a punta de la pared.
- A ver, a ver... ¿Qué podría ponerme? ¿Algo elegante? Pero si lo es demasiado llamaría mucho la atención... ¿Algo más casual? No sé... Él irá tan guapo con su uniforme...
Marie se perdió unos segundos en sus pensamientos, pero pronto recuperó la conciencia.
- ¡No es momento para distraerme! Creo que elegiré...... ¡esto!
Marie escogió un bonito vestido largo de color blanco que combinaba a la perfección con el claro azul de sus ojos y su rubia melena. Después, se puso unos elegantes zapatos también blancos y volvió al baño para acabar de peinarse.
( . . . )
- ¡Marie! ¿Te falta mucho?
Suzanne quería ir pronto a la plaza para ayudar a los graduados con los preparativos y hablar con las vecinas del pueblo. Desde dentro del baño, Marie respondió:
- ¡Un poco!
Sin embargo, Suzanne sabía perfectamente lo mucho que su hija tardaba en prepararse.
- ¿Te importa si me adelanto y salgo ahora?
Marie, que seguía peinándose, respondió:
- ¡No pasa nada! ¡Ve, tranquila!
Suzanne respiró aliviada. Si la esperaba, temía incluso perderse el inicio de los actos.
- ¡Vale, hija! ¡Nos vemos después en la plaza!
Un rato después, Marie escuchó desde el baño cómo se cerraba la puerta de la calle. Su madre ya había salido y ella debía darse prisa si no quería llegar tarde.
Cuando por fin acabó de prepararse, se dirigió a la cocina y, sobre la mesa, encontró un vaso de leche con cacao, unas tostadas y un plato con frutas. Marie sonrió, contenta por el detalle que le había dejado su madre antes de irse, y se dispuso a desayunar.
- Si es que es la mejor...
Tras dar un último sorbo al vaso, Marie recogió rápidamente la mesa, fue al baño para cepillar sus dientes, y, finalmente, salió de su casa en dirección a la plaza.
- ¡Qué magnífico día! ¡Seguro que hoy todo será fantástico!
Las calles tenían mucho más movimiento que el habitual y todo el mundo rebosaba alegría. Era un día especial para quienes se graduaban, pero también para los vecinos y vecinas de Börstad ya que gracias a ellos podían celebrar algo en su pequeño pueblo en decadencia. Cuanto más se acercaba a la plaza más jolgorio había.
- ¡Marie! ¡Aquí!
Entre la multitud, Marie escuchó a un chico que la llamaba mientras se acercaba a ella.
- ¡Oh! ¡Cuánto tiempo, Elistard!
Elistard justo había acabado de preparar las mesas del banquete que se celebraría tras la entrega de diplomas. Mientras colocaba la última silla vio a Marie y, con su habitual buena educación, quería saludarla igual que había hecho un rato antes con su madre.
- Buenos días, Marie. Hace un rato he visto a tu madre hablando con otras vecinas y me ha extrañado que no estuvieras con ella.
Marie no había sido consciente del tiempo dedicado a la elección del vestido y a su peinado, así que le supo un poco mal que su madre llevara tanto tiempo esperándola allí.
- Ya... Es que he estado un buen rato preparándome... Y tú, ¿llevas mucho por aquí?
Elistard sonrió orgulloso y, con mucha ilusión en su mirada, reconoció lo que todo el mundo ya podía imaginarse.
- La verdad es que sí. Estaba muy emocionado y no he podido contener las ganas de venir en cuanto ha salido el Sol.
Marie no se sorprendió lo más mínimo.
- Ya imagino. Sin embargo, se te ve cansado. ¿Estás bien?
Elistard no dudaba en ayudar a quien lo necesitase, así que, en realidad, no había parado ni un segundo desde que apareció por allí.
- Sí, sí... No te preocupes. Es que no podía quedarme mirando sin hacer nada y he estado ayudando con los preparativos. Hace un rato que han llegado la mayoría de mis compañeros y ahora quería aprovechar para descansar un poco hablando con ellos.
Los demás estaban en un rincón hablando de sus cosas apartados del jaleo. Era su día y, a diferencia de Elistard, no tenían ganas de enredarse con toda la faena que aquello significaba.
- Es verdad, ya les veo. Pues no te quedes aquí y disfruta con ellos, que hoy es vuestro día. ¡Incluso el señor Gälard ha venido para celebrarlo!
El señor Gälard solía ganarse la vida como pescador, pero ya era muy mayor y no podía navegar solo. Sin nuevos aprendices, sus días en el mar habían acabado.
- A mí también me ha sorprendido. Ese viejo cascarrabias apenas sale de su casa y casi nunca habla con otras personas.
Elistard se giró hacia él y gritó:
- ¡Señor Gälard! ¡Buenos días! ¡Nos alegra verle bien!
Al oír la voz del joven, el viejo Gälard les vio y alzó su brazo saludándoles con una tímida sonrisa.
- ¿Has visto, Marie? ¡Ha sonreído! ¡Jamás pensé que lo vería!
Marie conocía el pasado de aquel señor y, aunque entendía la reacción de Elistard, le reprendió por esas últimas palabras.
- ¡Qué tonto eres! Gälard es un buen hombre, pero pasó tanto tiempo en su barco alejado de otras personas que la soledad hizo mella en él.
Elistard apenas le conocía, pero sabía que la vida en el mar era dura y le respetaba por el arduo trabajo que había hecho años atrás proveyendo al pueblo de pescado.
- Tienes razón... Me alegra verle por aquí pasándolo bien.
Tras echar un vistazo rápido a los alrededores, Elistard se interesó por el paradero de su buen amigo y compañero:
- Por cierto, hay alguien que aún no ha aparecido. ¿Has visto a Eiden? Pensaba que vendría contigo.
Marie se mostró extrañada. Sabía lo mucho que Eiden esperaba ese día y estaba convencida de que, al igual que Elistard, habría aparecido por allí de buena mañana.
- Yo creía que ya estaría en la plaza. Me acercaré un momento a su casa a ver si le encuentro.
Elistard estaba un poco preocupado ya que en breve darían comienzo las actividades programadas y no le parecía normal que Eiden aún no se hubiera presentado en la plaza. Ya que Marie se había ofrecido a ir en su búsqueda, confió en que lograría traerlo a tiempo.
- ¡No tardéis! ¡Los actos empezarán pronto!
Marie se despidió de Elistard y dejó atrás la plaza caminando a paso ligero en dirección a casa de Eiden. Para ir más deprisa se metió en algunos callejones donde encontró algo inesperado que le llamó la atención.
- ¿Y estos barriles? Ya me he cruzado con varios montones y no recuerdo que días atrás estuvieran aquí. ¿Será algún tipo de sorpresa para la graduación?
Marie le quitó importancia al asunto y siguió caminando hasta salir del pueblo. La casa de Eiden estaba construida cerca del bosque y aún tuvo que caminar durante unos minutos hasta que se plantó a pocos metros de ella.
¡¡¡ BUUUM !!!
De repente, varios estallidos la detuvieron en seco atrayendo su atención hacia atrás.
- Fu... Fu... ¿Fuego?
Se estaban produciendo explosiones en distintos puntos del pueblo y el fuego se propagaba con rapidez por los alrededores. Instintivamente, Marie echó a correr sobre sus pasos, pero las llamas iban ganando terreno y sabía que sería peligroso acercarse allí ella sola.
- ¿Qué hago? ¿Qué hago?
Después de pensarlo unos segundos, Marie decidió que lo mejor era seguir con su plan de dirigirse a casa de Eiden.
- Eiden y Alysa viven muy apartados del pueblo. Debería avisarles del peligro y quizá puedan ayudarme...
Marie se armó de valor y, dejando atrás el incendio, corrió con todas sus fuerzas hasta llegar a su objetivo.
- ¡¡EIDEN!! ¡¡ALYSA!! ¡¡ABRID!!
Nadie respondía. La joven gritó y golpeó con insistencia la puerta de la casa, pero no parecía haber nadie allí.
- Pfff... ¿Dónde están?
El tiempo pasaba y la presión era cada vez mayor.
- Si no están aquí... ¿quizá en el bosque? Echaré un vistazo rápido y si no los encuentro volveré yo sola.
Marie pensó que lo mejor sería ir al lado oeste del bosque, ya que al estar más cerca del pueblo le sería más fácil regresar en caso de no encontrarles. De este modo, se adentró rápidamente entre los árboles gritando desesperadamente los nombres de un hermano y una hermana cuyos caminos acababan de separarse.
Sexo: Hombre.
Edad: 18
Gustos: Entrenar con la espada. Gatos.
Habilidades: Espada larga. Resistencia física.
Cumpleaños: 30 de Octubre.
Sexo: Mujer.
Edad: 20
Gustos: ?
Habilidades: Dagas. Inteligencia.
Cumpleaños: 14 de Diciembre.
Sexo: Mujer.
Edad: 17
Gustos: Vestidos. Dormir. Comer. Eiden(?).
Habilidades: Ninguna.
Cumpleaños: 29 de Agosto.
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